POST-FOTOGRAFÍAS
LA DESREALIDAD DE LA IMAGEN
EDUARDO ARUZ | ROSALÍA MAGUID | ANDREA RACCIATTI | ELISA STRADA
12a muestra

Cuatro apuestas visuales
arteBA Fundación vuelve a abrir las puertas de su Sala 10 en el Centro Cultural Recoleta, con la muestra “Post-Fotografías - La desrealidad de la imagen”, bajo la curaduría de Claudia Laudanno.
Continuando con su objetivo de brindar un espacio a las nuevas expresiones del arte, arteBA Fundación ha seleccionado una muestra de fotografía, articulada en cuatro apuestas visuales diferentes.
Rosalía Maguid, Eduardo Arauz, Andrea Racciatti y Elisa Strada han creado foto-instalaciones específicamente pensadas para la sala, que estarán exhibidas desde el 4 de noviembre hasta el 12 de diciembre de 2004.
Comisión Sala 10

Francotiradores de la imagen
Alegorías para una mirada en expansión
La fotografía practicada durante estos últimos veinte años en Occidente viene siendo sometida a una incesante reformulación de su estatuto representacional. Por ende, el lenguaje fotográfico positivista, de base documental, esto es, la fotografía tout court, ortodoxa, fundada en la verosimilitud de la imagen analógica, como testimonio de la realidad, ha sido puesta en cuestión, sobre todo, en lo concerniente al mantenimiento de la pureza del referente primario. Como consecuencia de ello, el analogon visual, es decir, el registro o la toma directa, deja de ser un modelo de saber, de conocimiento fidedigno de lo real, para convertirse en imagen de síntesis, marca simulacral y muchas veces en hiper-simulacro.
En el vasto campo de las búsquedas y experiencias del arte contemporáneo, se evidencia el pasaje de esa primera e inaugural fotografía positivista, a lo que, hoy en día, ha dado en llamarse “post-fotografía”, de base digital. En efecto, en esta operación de deslimitación estética, el lenguaje fotográfico aparece modificado, adulterado y desbordado ex profeso, ya sea por obra del artificio y el maquillaje del photoshop, o por las sucesivas intervenciones manuales que, en gran medida, está encarando un número considerable de artistas multimediales, dentro del universo virtual del ciberespacio, o desde la manipulación del negativo con procedimientos artesanales, retardamientos en la fase del revelado, incremento de texturas visuales, cromatismos estridentes y efectos de contraste de alto impacto visual.
Este “hacer imagen de la imagen”, a partir de un primer lenguaje-objeto, que es siempre el negativo, propicia un décalage de los tradicionales códigos de la fotografía positivista - sean icónicos, semánticos, iconográficos y/o indexicales -, lo cual, genera una amplia y sugestiva gama de travestismos, camuflajes e hibridaciones, con otros lenguajes conexos del arte actual.
El objetivo primordial de la presente colectiva temática, es establecer nuevos vínculos entre las ficciones artificiales y virtuales, que atraviesan actualmente las prácticas recientes de la fotografía tardomoderna y de la “post-fotografía”. Por otra parte, el modo cómo resultan expuestas las cuatro foto-instalaciones, una por cada pared del recinto expositivo, se cimenta en una lógica combinatoria, capaz de integrar con pertinencia cada una de las poéticas en juego.

Lo real superado
En efecto, las foto-instalaciones de Rosalía Maguid, Eduardo Arauz, Andrea Racciatti y Elisa Strada son topo-específicas, esto significa, que han sido concebidas, atendiendo a las condiciones físicas y arquitectónicas del espacio o topos que las acoge.
En primer término, Rosalía Maguid propone un conjunto de post-imágenes, plagadas de visiones espectrales y fantasmagóricas, con piezas pertenecientes a su inédita Serie Negra. Las mismas son impresiones digitales sobre soporte bagun, un textil industrial, de consistencia flexible y apariencia gomosa. Los distintos módulos, que integran la foto-instalación de Maguid, están compuestos por dichas telas, tensadas sobre bastidores de diferentes formatos, con el objeto de dinamizar la ubicación espacial de la obra-múltiple. Un primer desbordamiento de las fronteras previsibles del “medio del instante fugaz”, se detecta en este tipo de opus, donde las piezas simulan foto-pinturas pero, en realidad, no lo son, al mismo tiempo que avanzan hacia una objetualidad creciente, pues el material donde se imprimen los nocturnos de Maguid, es un soporte decididamente utilitario y extra-artístico. Entonces vale preguntarse: ¿el signo fotográfico contemporáneo se mueve a contra-corriente? La artista altera deliberadamente la toma directa y la imagen naturalista, convirtiéndolas en fenómenos extremos. Sus figuraciones maquinales transfiguran detalles, vistas panorámicas y paisajes ominosos, para producir vedutas elegíacas, en negativo, de irresistible y corrosiva belleza.
Por su parte, Eduardo Arauz ideó para esta ocasión, una suerte de mural fotográfico de corte narrativo y compartimentado, también en módulos de grandes y medianas dimensiones. En ellos, se dan cita una serie de objetos volumétricos de acrílico, de colores fulgurantes, dispuestos sobre fondos de apariencia negro-grisácea, que ostentan rayaduras y veteaduras. La disposición in situ de este extenso display es horizontal, como si se tratase de una línea continua y única, que no admite fisuras ni discontinuidades. La causalidad dinámica y espacial del dispositivo ficcional, empleado por Arauz, acentúa el ilusionismo de las componentes no reales de la percepción, por medio de diversos escamoteos visuales. Aquí, la fotografía es tiempo, pero también velocidad y movimiento, anclados en la vida muda del objeto. Objetos de engaño, que como efigies gigantescas, excitan la ilusión sensual. En las piezas de Arauz, la estrategia de la ilusión no se opone a la realidad, sino que la enriquece, la inviste de un plus de gozo, mucho más sutil y refinado para la circulación de la mirada. Así pues, los objetos en solitario, flotantes en un espacio abismal y ambiguo, actúan como marcas o huellas de la desaparición de todo el resto.
Luego, Andrea Racciatti, juega a dos polos, basculando entre la reproducción mecánica de la imagen y su post-producción digital, munida de una serie de fotos secuenciadas, en las que la modelo infantil adopta distintas posturas frente al objetivo. En este sentido, para Racciatti la pose es una intención de lectura y re-interpretación de la imagen analógica, que capta diferentes instancias perfomativas, haciendo un inusual uso del género retrato, con el fin de profundizar la mediación de la identidad, en el territorio nómade de la imagen digitalizada. En los módulos verticales “Ascenso” y “Descenso”, el movimiento hacia arriba, escalonado, le otorga mayor potencia a la imagen, mientras que la curva descendente, se expande por inercia, quedando atrapada como un indicador de ausencia de gravedad y vértigo de la mirada. Sus trabajos promueven una auténtica “fenomenología de la fotografía lenta”, sustentada en juegos de barrido y atmósferas difusas, nebulosas, en medio de una naturaleza celestial y bucólica. Las obras de Racciatti, que componen esta instalación, son configuraciones paradójicas, que borran el color de la realidad, presente en las primeras fotos analógicas. De tal suerte, promueven el efecto de suspensión y desplazamiento de la representación originaria. Como contrapunto, la artista introduce una serie de módulos más pequeños con “retratos íntimos”, que concentran toda la eficacia discursiva de la imagen.
Finalmente, Elisa Strada exhibe un conjunto de fotografías en campo expandido, con largas bandas apaisadas de tonalidades shocking, donde las imágenes en movimiento narran la acción reveladora del tiempo, que inevitablemente se escapa para producir estallidos y choques eléctricos entre formas amorfas o estriadas, configuraciones lejanamente icónicas y colores en su máximo grado de pregnancia y luminosidad. Strada inyecta una dosis de reversibilidad en sus imágenes ad infinitum, en las cuales la turbulencia primordial se inscribe en acuerdos de transparencia, que se amplifican como efectos de luces que irradian destellos por las superficies elongadas de sus fotos. En estas escenas urbanas de artificio, todo puede estar a punto de derrumbarse inmediatamente, regresando al pavoroso y excitante caos de la catástrofe y la fragmentación. La foto-instalación de Strada parte de una disposición de conjunto, centralizada, muy similar a tablillas de persianas, con propuestas casi monocromáticas e hipersaturadas, de acabado brillante y lustroso, para redoblar aún más el carácter artificial de la imagen. La misma se complementa con un tríptico compuesto por módulos de diferentes tamaños que contienen fragmentos de pasos de cebra, en amarillo y negro.

Desrealizar la imagen fotográfica
El simulacro, como tal, no copia nada. Tampoco lo disimula. Su operación consiste en devorar toda realidad, reemplazando sus huellas originales por imágenes de síntesis, clonaciones y dispositivos de gemelización. Esta hiperrealidad, urdida gracias al uso de figuras desmultiplicadas, nos seduce, subyuga y fascina, en virtud de sus caracteres de extrañeza y autorreferencialidad. Los enlaces y acuerdos de las cuatro instalaciones post-fotografías, que aquí se exhiben, provienen de prácticas bien templadas, en las cuales, los signos visuales funcionan por metonomia. Es decir, cae el imperio de la metáfora, de la sustitución, de la verticalidad, para dejar paso a un conjunto de estrategias alegórico-narrativas. En cada una de ellas, las imágenes se desplazan, se superponen, interponen, extrapolan y solapan entre sí. Es así, como en las obras de Maguid, Arauz, Racciatti y Strada, se constata la pérdida progresiva de lo real, no por defecto, sino por exceso de esa misma realidad. Es justamente en ese vacío, en ese hiato, donde se ubican sus hiper-simulaciones. En tal sentido, la post-fotografía es el lugar de un simulacro por acumulación, destinado a filtrar y maquillar, el registro de lo real, para que éste desaparezca, en su prosaica evidencia material.
Claudia Laudanno*

*Doctora e Historia y Teoría del Arte por la Universidad de Buenos Aires (U.B.A). Colaboradora regular de la sección Plástica del diario Rosario /12, del Suplemento Cultura del diario La Nación y de las revistas Art Nexus y Magenta.
 


Eduardo Arauz



Rosalía Maguid



Andrea Racciatti



Elisa Strada