Grotesco y Parodia en el Arte Argentino

Con la intención de mostrar un rasgo peculiar del arte argentino y destacar su pervivencia y continuidad, esta muestra sobre las figuraciones grotescas y paródicas es una oportunidad para hacer un recorrido sobre estas categorías y procedimientos hallables en diferentes producciones.
Desde luego, las obras no pretenden ejercer una función crítica, sino que se limitan a ofrecer una visión de la realidad, una visión esencialmente irónica, más que irónica sarcástica, pero que no oculta los elementos de seducción que han llevado al artista a tratarla. Es sólo a través de ella como su profundo significado se abre ante nosotros y adquiere su verdadera dimensión. Los trazos y las formas se vuelven más incisivos, más crueles, la elegancia cede ante la pasión y el lirismo sufre la presencia de la ironía, la que actúa sobre el color y la organización del espacio plástico.
Exclusión y marginalidad, caos y monstruosidad, degradación y comicidad, el juego de la mirada se trastoca volviendo lo íntimo público y alternando lo privado y lo público.

Comisión arteBAsala10
Jacobo Fiterman
Juan Cambiaso
Alejandro Corres
Facundo Gómez Minujín


En el arte argentino del siglo XX se pueden trazar varias tendencias. Una de ellas es la tradición crítica, denominada así por Damián Bayon, que comprende especialmente una serie de producciones caracterizadas por un tono satírico, grotesco, paródico e irónico. De alguna manera las especies del humor se convocan en algunos exponentes con cierta continuidad subyacente. En la figuración del arte argentino del período comprendido entre los años ’60 y ’90, se establece una actitud satírica y grotesca, en diferentes grados, a veces explícita, otras apenas esbozada, tanto de lo político, como de los acontecimientos sociales. Asimismo la parodia de la tradición artística, de los textos clásicos, de los valores asentados tiene su lugar. Una burla extendida al propio sistema artístico, que suspende las valoraciones, pero provoca un efecto ambivalente que permanece como sustrato, alegría, horror, contraste.
El modo grotesco fue comprendido a lo largo de la historia desde diferentes modos de clasificación. Siguiendo los estudios de Bajtin1 podemos hablar de un grotesco realista y un grotesco modernista ( donde el sarcasmo y lo siniestro se mezclan con el absurdo). El grotesco pone el énfasis en distintas formas de enunciar y retorizar los temas: la crueldad, la violencia, la exageración, el trastocamiento de cada ser, la ignorancia de sí mismo. La hiperbolización es su operación constitutiva, el cuerpo su lugar de desempeño, la máscara su disfraz. Podemos percibir los motivos y operaciones del grotesco como un desvío de una tendencia realista, referencial, quebrando los supuestos lógicos del parecido, de los verosímiles sociales, haciendo estallar los valores estéticos y éticos dominantes en la sociedad. De ahí la vinculación inmediata con lo grosero o lo ridículo. Se produce desde el origen de las manifestaciones consideradas grotescas una oposición al orden de lo bello, entendiendo por este concepto estético los atributos del modelo clásico que perviven en la historia.
Por su parte la sátira, como lo grotesco participa de una instancia mítica y de una realista para concebir el mundo, trata de dar forma a las cambiantes ambigüedades de la sociedad, cristalizadas en figuras o motivos dentro de las convenciones realistas. La sátira opera tanto en el orden intelectual como en el emocional, en tanto necesita un objeto de ataque. Su acción es el desenmascaramiento, la denuncia, responde, en la contemporaneidad a la dimensión crítica de lo moderno.
En el terreno de la imitación o transformación se ubica la parodia, análoga en varios pasajes de la historia del grotesco. Etimológicamente “es cantar en otro tono”, un canto paralelo que deforma o traspone una melodía. Presupone un texto, un personaje o rol, una situación que será degradada. Tal degradación puede ser graduada por la comicidad o la sátira; la parodia alcanza la degradación escindiendo los caracteres de una persona, personaje o situación. En esta operación encontramos una coincidencia con las operaciones del grotesco.
Los artistas argentinos de la tradición crítica expresan variadas formas de interpretar dichos modos. Los pintores reunidos en la neofiguración han establecido una síntesis estética entre los caminos aparentemente opuestos de la figuración y la abstracción, con el propósito de ahondar, con medios expresivos ilimitados, en la existencia humana; comprendida por los artistas como la traducción del hombre escindido y la elaboración de una poética del caos, en componentes monstruosos, grotescos y satíricos, con la suma de una imaginería proveniente del comic.
Entre los años ’60 y ’70 Berni trabajará la crítica a la cultura pop, presentando grotescos y sátiras tanto en las pinturas como en los grabados a partir de Juanito Laguna, y especialmente con el mundo de Ramona. En obras como El Torero la evocación a las mascaradas grotescas del expresionismo o las calaveras de la tradición popular, a lo Guadalupe Posada, se hacen presentes.
Alberto Heredia indaga en la crudeza de los medios para mostrar esa condición humana. Los amordazamientos forman un conjunto objetual plenamente ostensivo de la represión y tortura a la que estuvo sometida la sociedad argentina en los años ’70. Censura y violencia. Grotesco de tradición siniestra.
Norberto Gómez desde la postfiguración indaga en esos años en una representación diferenciada, con una técnica novedosa, cuyo resultado es la escultura en resina poliéster. Las formas, que remiten a lo humano y animal desde el resto, ya sea fósil u orgánico, metamorfoseadas, sintetizan lo grotesco monstruoso y funcionan una vez más como metáfora de la tortura, del cuerpo en sacrificio.
A partir de los años ’80 Benedit presentará la serie de transformaciones producidas a partir de la lectura de obras gauchescas, científicas, expedicionarias, como la serie sobre Molina Campos. Su máquina productiva se basará en la parodia, como operación de transformación-imitación de un texto fuente. Homenaje al humor, a la picaresca.
Pablo Suárez hace suyo el concepto de tradición crítica y elabora a través de su pintura y objetos una genealogía del grotesco y la parodia en Argentina. La reflexión se centra tanto en la institución arte como en la condición del hombre frente a la vida, la muerte, lo sacro, lo banal. Las situaciones que viven sus personajes son tragicómicas, por ello grotescas y las apariencias se corresponden con esa condición.
Los grabados de Benavídez Bedoya, muestran una iconografía que apuesta a elementos grotescos y satíricos que parten de sus indagaciones surrealistas, básicamente desde la construcción de lo que él llama las teorías delirantes. Las preocupaciones expresivas del medio se conjugan con el cuerpo íntimo, iconografías sacras en situaciones escatológicas, el sexo y el poder como temas recurrentes.
En la pintura satírica de Eckell las imágenes esbozan una sátira que se sitúa en general en las relaciones de poder, en los momentos de dolor y arbitrariedades de los gobiernos. En las producciones de los años ’80 , las figuras y las situaciones remiten a condiciones de poder, excesos, risas o gestos mordaces, ironía y un entorno satirizado.
Marcia Schvartz se vuelve pintora de lo grotesco realista. Su temática transita en los ’80 la mitología urbana popular, las vecinas, la vida cotidiana. Los personajes y los ámbitos son grotescos a la manera de escenas de la vida conyugal, lo íntimo o intrascendente toma el lugar de la representación.
Podemos decir que las artes visuales en Argentina centran su tema en lo grotesco y las operaciones paródicas apelando a una gran enciclopedia noble y vulgar de la historia y la cultura popular, con motivos, tipos y figuras plenamente codificadas. Cuerpos que no son dóciles, se vuelven monstruosos, usan disfraces, en metamorfosis, en los que el humor y el horror dialogan.

Curadoras: María de los Ángeles de Rueda y María de las Mercedes Reitano
Investigación: María de los Ángeles de Rueda

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